El algecireño, nieto del desaparecido ganadero Manuel Álvarez, cuajó una extraordinaria faena al último novillo de la noche
Se lidiaron cinco erales y dos añojos de Miguelín, bien presentados y que tuvieron un gran comportamiento.
Dorian Dejean, de la escuela taurina de Beziers (Francia). Oreja.
Sergio Páez, de Ronda (Málaga). Vuelta al ruedo.
Eduardo Sibaja Castillo, de Algeciras. Oreja.
Juan Antonio Arana “El Paquera”, de Algeciras. Oreja.
Jiménez López, de Algeciras. Dos orejas.
Jesús Nieto, de Algeciras. Oreja.
Los Álvarez y los Mateo están hoy de enhorabuena. Dos dinastías taurinas algecireñas a las que, curiosamente, el paso de los años ha intercambiado los papeles y que tienen garantizada su continuidad en el tiempo. Qué orgullosos debían sentirse anoche desde la barrera del Cielo tanto el maestro Miguelín como don Manuel Álvarez. El maestro, viendo la bravura de los novillos de su hierro, que gracias al trabajo de sus hijos, va camino de convertirse en uno de los ansiados por las figuras. Y don Manuel, ante la sorprendente madurez que su nieto Luis puso de manifiesto en el ruedo. Se le nota que está en manos del maestro Antonio Ruiz “Espartaco”, demostrando oficio, valor sereno y, lo más importante, funcionándole la cabeza en la cara del toro. Salazar Álvarez tejió una faena maciza de principio a fin. Tras una larga de rodillas jugó muy bien los brazos con el capote, yéndose hasta la boca de riego y ganándole terreno al animal. Variedad con el percal que fue un adelanto de lo que después llegaría con la franela, instrumentando tandas ligadas, de zapatillas clavadas en el albero. Una contundente estocada el mejor epílogo de la que fue primera obra artística del novillero ante el público de una plaza de toros.
Y, por supuesto, para que todo lo anterior narrado ocurriese tuvo que haber un excelente colaborador al que se le premió con la vuelta al ruedo, reuniendo en su comportamiento extraordinaria bravura, clase y nobleza embestidas. Cualidades que también derrocharon sus hermanos lidiados anteriormente.
Caso del lidiado en primer lugar por el francés, Dorian Dejean, que logró una actuación correcta, llena de oficio pero quizás algo fría, faltándole transmisión a los tendidos. Tras él actuó el rondeño Sergio Páez, el cual dejó ver buenas cualidades, estando muy templado con capote y muleta, a pesar de su bisoñez
Eduardo Sibaja Castillo salió a por todas y puso todo lo que debe exigírsele a alguien que empieza como son las ganas de ser torero, ante un eral que sacó un importante fondo de casta. Una pena su mal manejo de los aceros que emborronó su voluntariosa labor.
El público esperaba con especial interés el retorno a Las Palomas de Juan Antonio Arana “El Paquera”, al que le tocó en suerte uno de los astados más serios del encierro. Juan sabía lo que se jugaba y quizás en algunos momentos los nervios le pudieron, aunque consiguió lucimiento, sobre todo, toreando en redondo por el pitón derecho.
Lo que marcó la actuación del algecireño Jiménez López fue la raza con la que se enfrentó a un eral rematado de carnes en una faena de menos a más que tuvo como cierre unas manoletinas de mucho ajuste. Dos orejas.
A Jesús Nieto tampoco le faltaron ganas aunque quizás sí algo de oficio. No obstante, nada se le puede reprochar al novillero porque estuvo muy voluntarioso en todo momento, sobreponiéndose a las varias volteretas que sufrió por parte de un encastado añojo.
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