domingo, 25 de enero de 2009

Juan Pedro Domecq, vanguardia en la crianza del toro

Guardo un grato recuerdo de mi visita a la finca Lo Álvaro, propiedad del ganadero Juan Pedro Domecq, aquel mes de junio de 2007. Este hierro de la mítica “V” coronada de Veragua es el más antiguo de la cabaña brava española, con más de 250 años de historia marcada a fuego en las reses de este encaste tan característico.

Se puede decir que Juan Pedro Domecq Solís es un hombre que ha revolucionado la crianza del toro bravo en las últimas décadas. Como él bien apunta, el toreo, al igual que todas las artes, evoluciona y es fundamental que los ganaderos también lo hagan de acuerdo a los tiempos. “Un ganadero tiene que estar atento a la evolución de la tauromaquia. Si no evolucionas con la tauromaquia, al final te quedas obsoleto. La dificultad que entraña ser criador de bravo es que no es una ciencia exacta, la selección va evolucionando con cosas imprevistas. Añadir lo bueno a lo bueno no tiene que dar siempre como resultado bueno”, comenta Juan Pedro.
Cada ganadero imprime un carácter determinado a sus reses y la vacada de Juan Pedro suele dar como producto un tipo de toro de calidad y que posibilita el buen toreo, el toreo eterno, ese que llega a lo más profundo del alma del aficionado. Verónicas, medias y naturales como los que dibujó el maestro Romero aquel domingo 18 de abril de 1999 en La Maestranza de Sevilla. Toreo de trazo interminable con el temple que sólo el Faraón podía alcanzar. Debido a tardes como esta, los juanpedros han sido llamados por muchos “toros artistas”, término que, en función del contexto y de quien lo diga, puede ser un halago o un menosprecio encubierto. Lo que está claro es que en aquella tarde Juan Pedro consiguió o por lo menos se acercó al toro con el que sueña. Aquellos no fueron toros artistas, el arte lo puso el maestro Curro, fueron animales bravos –con toda la nobleza y obediencia que el término implica-.
El concepto de bravura suele ser bastante subjetivo, pero lo que está claro es que esta da espectáculo y despierta emoción en el público. Emoción, otro término subjetivo y que genera la histeria colectiva cuando se da en un coso. Lo cierto es que muchos ganaderos y aficionados se empeñan en defender un modelo absoluto de toro bravo. De ahí, los que se posicionan en la tesis “torista” o “torerista” parten de una percepción equivocada. Se trata de acuñaciones absurdas porque ambos actores, toro y torero, tienen que entenderse para que surja la tauromaquia en su máxima expresión.
Suelo ser bastante reacio a todo concepto absoluto y, en esto, coincido bastante con la visión de Juan Pedro Domecq. Todos, ganaderos “toristas” y “toreristas”, tienen su sitio dentro de este mundo y aportan riqueza al espectáculo mientras que sus toros en el ruedo, de alguna u otra forma, diviertan al público.
Juan Pedro lo tiene muy claro, “torear es dirigir la embestida del toro con los vuelos del capote y la muleta. Para esto el toro tiene que querer perseguir el capote y la muleta. Si no consigues esto, no tienes el toro que hoy se busca para conseguir el toreo que hoy se siente”. Él, al igual que sus hermanos Borja y Fernando –titulares de las ganaderías de Jandilla y Zalduendo, respectivamente-, ha aprendido de su padre que “bravura es la capacidad de lucha hasta la muerte y esto significaba una revolución en su tiempo. La bravura no sólo se mide en el tercio de varas, sino que se mide en todos los tercios y a lo largo de toda la lidia. El toro más bravo es el que termina más bravo, no el que comienza más bravo”.
Uno de sus logros del que Juan Pedro se siente enormemente orgulloso es de haber elaborado la base de datos más grande que tiene una ganadería de bravo en la historia, con más de 1.300 horas de vídeo de todos los animales lidiados en corridas de toros y tentaderos. A esto hay que sumar cuestionarios evaluativos del comportamiento de alrededor de 5.000 animales y un estudio que realizó en común con el catedrático Javier Cañón, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
Puede estar, o no, equivocado con su forma de concebir la crianza del toro bravo. Puede ser más o menos del gusto de determinados sectores de la tauromaquia. Pero es indiscutible que Juan Pedro Domecq Solís ya ha conseguido dejar huella en el toreo, creando un encaste propio y siendo el ganadero vanguardista, por excelencia, al que su forma de criar toros sirve de ejemplo para la gran mayoría de hierros de la cabaña brava actual.

lunes, 19 de enero de 2009

Por una tauromaquia adaptada a los nuevos tiempos

Abro el año 2009 en este blog con un artículo sobre los dos mundos que más me apasionan: los toros y la comunicación. Como ustedes saben, actualmente nos encontramos en la denominada Sociedad de la Información en la que los medios de comunicación se han convertido en el “cuarto poder” del Estado, por detrás del Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Esto no lo digo yo, sino que me ciño a lo dicho por teóricos de la comunicación de masas que estudié a lo largo de mi carrera universitaria.
Parece que la tauromaquia o mejor dicho sus actores principales –toreros, empresarios, ganaderos- siempre se han mostrado reacios a adaptarse a los nuevos tiempos. Han sido muchas las críticas que en los últimos años han llovido sobre el toreo, tachado de ámbito elitista y hermético. Aunque me duela decirlo tengo que darles la razón a quienes afirman esto, y que conste que soy contrario a hablar en términos generales ya que siempre hay excepciones que confirman la regla. Hablo con conocimiento de causa porque desde mis inicios, hace unos diez años, mi carrera periodística ha estado ligada al mundo del toro. He tenido la suerte de entrevistar a personalidades de enorme prestigio y de publicar trabajos en prensa, radio y televisión, pero reconozco que me echo a temblar cada vez que tengo que producir una entrevista o un reportaje taurino.
En muchas ocasiones nos quejamos de cómo nos va. Es fácil echarle las culpas a los antitaurinos de los males de la Fiesta, pero gran parte de estos son provocados por nosotros mismos. No va con mi estilo dar nombres de toreros, ganaderos o empresarios que, a pesar de su buen hacer en sus respectivas facetas, con su actitud frenan que se difunda la buena imagen del toreo y todos los valores positivos que encierra. Desafortunadamente, me he encontrado con numerosas situaciones de desencanto profesional donde me han dado “con la puerta en la cara” cuando he intentado hacer algún trabajo periodístico. Tampoco me parece ni ético ni justo dar un concepto equivocado metiendo a todos en el mismo saco. Aunque parezca contradictorio casi siempre los más grandes son después los más humildes y los que mejor me han atendido en su trato personal. Tengo recuerdos de enorme gratitud hacia maestros como Curro Romero, Enrique Ponce, José Antonio Campuzano o Luis Francisco Esplá, ganaderos de la talla de Juan Pedro Domecq o los hermanos Eduardo y Antonio Miura o empresarios de la categoría de Pablo Lozano. Nombres destacados de la tauromaquia actual que me demostraron que ante todo son personas, en el más amplio sentido del término.
Volviendo al tema de la comunicación, hemos evolucionado bastante en los últimos años pero aún nos queda mucho camino por recorrer. Está claro que hoy día lo que no se comunica no existe y, por ello, es vital que los profesionales de la información taurina sepamos hacerlo correctamente y que los protagonistas se presten a ello. De una vez por todas, los que formamos parte de la Fiesta taurina debemos remar en un mismo sentido, siguiendo el equilibrio entre conservar todos los valores tradicionales del toreo, a la vez adaptándonos a las exigencias de la sociedad actual y apartándonos de lo rancio. Debemos luchar por que en los medios de comunicación se refleje una imagen de tauromaquia tradicional pero integrada socialmente y atractiva para los ojos de neófitos y de las nuevas generaciones. Sin lugar a dudas, el futuro del toreo está en saber transmitir la enorme riqueza que posee.