lunes, 24 de agosto de 2009

El enemigo está en casa

Vuelvo de la Aste Nagusia con una sensación de tristeza después de haber presenciado uno de los peores ciclos taurinos recordados por la afición bilbaína. Es realmente preocupante la situación que atraviesa la cabaña brava, que es de todo menos brava. Acudí a las Corridas Generales con la esperanza de encontrar la integridad de la Fiesta, algo que tanto echamos en falta los aficionados del sur. Junto a Madrid y Pamplona, Bilbao supone una de las reservas espirituales de una tauromaquia cada vez más adulterada por los intereses particulares de empresas, toreros, ganaderos y apoderados. Desgraciadamente, esto también se ha dado en el coso de Vista Alegre, modelo a seguir en cuanto a seriedad, donde ha bajado la presentación del toro de una forma alarmante en las corridas de Hermanos García Jiménez y de Jandilla. Animales que parecían clonados, la mayoría de procedencia Domecq y que convirtieron el tercio de varas en un verdadero simulacro donde se aplaudía la compasión de los picadores.
El mundo al revés o, mejor dicho, la antítesis de la tauromaquia ¿Dónde quedaron esos toros que empujaban metiendo los riñones y que ponían en apuros a los varilargueros? ¿Qué fue de aquellos tres y cuatro puyazos en regla, medicina imprescindible para la lidia? Me pregunto sobre el futuro de este tercio que a este ritmo tiene visos de desaparición y que tal como está perjudica la imagen de la Fiesta, más que los propios antitaurinos.

En estas Corridas Generales bien es cierto que no ha acompañado la fortuna, ya que carteles de auténtico lujo tuvieron que ser modificados por percances como el del de Morante, Perera o El Fundi, pero a este hecho hay que unir que la gerencia de la plaza con el consentimiento de la Junta Administrativa no hizo el más mínimo esfuerzo para enmendar la plana. Iván Fandiño no debió ser el sustituto de Morante de la Puebla y el mano a mano del viernes debió haberse mantenido con algún nombre como el del propio Morante, Daniel Luque o Miguel Tendero, en vez de quedarse “El Juli” ante seis jandillas más propios de Sevilla que de Bilbao. Julián estuvo aseado, sin más. Solvente pero aburrido en una tarde que se perfilaba como una gesta y acabó siendo un trámite.

En el capítulo de actuaciones sobresalió el nombre de Enrique Ponce que, como siempre, exhibió su magisterio en una de sus plazas talismanes ante un toro de El Ventorrillo al que le hubiera cortado las orejas de no haber sido por su desastroso manejo de la espada. De nuevo, Ponce demostró que, le pese a quien le pese, es el número uno del toreo y que está a años luz de otras supuestas figuras.

Miguel Ángel Perera y José María Manzanares también puntuaron positivamente en sus actuaciones aprovechando las pocas posibilidades que tuvieron en frente. El extremeño demostró el extraordinario momento en el que se encuentra pisando unos terrenos al alcance de muy pocos y demostrando una sobresaliente claridad de ideas ante el toro. En cuanto a Manzanares, corroboró su progresión consiguiendo cortarle una oreja a un astado de El Ventorrillo al que sacó partido gracias a su firmeza, al igual que hizo el pasado 7 de agosto en la corrida que presencié en el Puerto de Santa María.

Es de justicia destacar el esfuerzo realizado por la terna de ayer ante un serio y complicado encierro de Victorino Martín. Juan José Padilla, José Luis Moreno y Diego Urdiales sacaron mejor nota en un examen mucho más complicado que el de las figuras.

Días antes Morante de la Puebla dejó las medias tintas para los mediocres y tiró por la calle de en medio ante un descastado y deslucido toro de El Tajo y la Reina, recibiendo una merecida bronca como las de antes. En el quinto de esa misma tarde consiguió dibujar bellos momentos con el capote y la muleta ante un enemigo soso y que se apagó demasiado pronto. Al final división de opiniones, pitos y aplausos, para un torero distinto que no deja indiferente a nadie, algo positivo porque la Fiesta debe ser todo menos aburrimiento.

Me preocupa el mal momento que atraviesa Manuel Jesús “El Cid” que continúa sin sitio y en sus dos actuaciones estuvo muy por debajo de las condiciones de los toros que le tocaron en suerte. Desde mi punto de vista se le fue un gran toro de El Tajo y la Reina, el mejor de las Corridas Generales. Un animal bravo y que se le subió a las barbas al saltereño que está para cortar la temporada hasta que se le despeje la mente.

El de Bilbao ha sido otro tedio más. Como dijo en la tertulia del hotel Indautxu un buen aficionado catalán, Roberto Castells, el espectáculo taurino se está convirtiendo en un fraude en toda regla donde el principal damnificado es el aficionado que tiene que soportar, tarde tras tarde, una representación muy alejada de la esencia de la Fiesta. No se trata de ser agoreros pero a este ritmo el futuro del toreo es oscuro y no por los ataques externos de las corrientes antitaurinas, sino por los propios interesados que están agotando la paciencia del que paga. Al igual que en otras facetas de la vida, en el toreo el enemigo está en casa.





sábado, 23 de mayo de 2009

Lances que te hacen soñar despierto

Aún me dura la anestesia que ayer supuso en mi alma el toreo de Morante en Las Ventas. Qué misterio tan grande es este arte que cuanto más tiempo pasa, más me sorprende. Y eso que el espectáculo lo ví por televisión, si llego a estar allí no sé que me hubiera pasado. No puedo borrar de mi mente ese cuarto lance por el pitón izquierdo, ni aquella media a pies juntos, con las plantas atornilladas en la arena, mentón en el pecho y riñones arrebujados con el percal. Qué explosión de belleza, qué suavidad en los lances, qué largura infinita del toreo eterno del de La Puebla. El milagro se produjo cuando parecía que todo estaba perdido, en una tarde a la deriva debido a la excesiva dulzura de unos “Juanpedros” que parecían de cristal de Bohemia. Fue un lance en los medios, cuando nadie lo esperaba, el que caló de lleno en lo más profundo de cada una de las 24.000 personas allí presentes y de las otras miles que nos encontrábamos al otro lado del televisor. Los pitos se tornaron en un silencio maestrante, sólo faltaban los vencejos sobrevolando el cielo para que aquello fuera el coso del Baratillo en alguna de aquellas tardes de olor a Romero. Precisamente el faraón fue, antes de lo de ayer, el único que había conseguido emocionarme de verdad viendo torear a través de una pantalla de plasma.

Fue un 21 de mayo cuando corroboré que la grandeza del toreo reside en que un solo lance es capaz de compensar muchos días de aburrimiento en el corazón del aficionado. Verónicas, medias y chicuelinas que quedarán marcadas a fuego en mi recuerdo durante años y que traspasan la línea de lo tangible para entrar en el campo de lo metafísico. Unos sentimientos inenarrables, una tarde de mayo abocada, en principio, al fracaso pero que gracias a un sevillano bohemio pasará a la historia del toreo. En este caso, el premio de una oreja -que de no ser por el acero hubieran sido dos- pasa a un segundo plano, quedó en pura anécdota. Qué bonito es ver torear bien. Qué pedazo de torero es este Morante que ha conseguido hacerme soñar despierto gracias a su forma de crear arte, verdadero aliciente que alimenta el espíritu del aficionado.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Cuestión de supervivencia

Desde que el hombre es hombre siempre ha buscado la picaresca, el camino más fácil para hacer las cosas. El deportista que se dopa para conseguir la mejor marca posible, el escritor que plagia fragmentos de grandes obras, el cantante que hace playback…Son muchos los ejemplos de fraude que encontramos en el día a día en todas las disciplinas artísticas y facetas de la vida y, como no puede ser de otra manera, el toreo no es una excepción. Lo que ocurre es que este mundo tiene un carácter heroico que le hace ser el único espectáculo donde la muerte se vive en directo y, por tanto, aquí el fraude se hace más escandaloso. La manipulación de las astas es un tema tabú del que no hablan los profesionales y abordan muy de pasada los medios de comunicación. El afeitado se viene produciendo desde mediados del siglo pasado, años en los que las figuras del toreo empezaron a convertirlo en práctica habitual. Manuel Benítez “El Cordobés” allá por los sesenta fue quizás el torero que por su fama “levantó la liebre” y sus récords en cuanto a número de actuaciones no estuvieron exentos de polémica. La plaza de Las Ventas fue escenario el 18 de mayo de 1968 de un altercado histórico cuando Miguel Mateo “Miguelín” se tiró al ruedo vestido de chaqueta en el sexto toro de la tarde, mientras toreaba “El Cordobés”. “Miguelín” se agarró al lomo del animal de Bohórquez a cuerpo limpio poniendo de manifiesto que el espectáculo estaba adulterado.
Lo que empezó siendo un lujo de las figuras ahora es un hecho habitual asumido por profesionales, aficionados y autoridades que miran para otro lado ante la ineficacia de los mecanismos de sanción que tienen a su alcance. La mayoría de los ganaderos asumen el riesgo de afeitar sus toros con tal de que los lidien las figuras y así poder estar dentro del circuito comercial. Como le escuché explicar a Víctor Mendes hace pocos días en un coloquio: “Es como ir en un Ferrari a doscientos por hora en una autopista y cuando te para la policía sólo te sanciona con cien euros. En este caso uno paga ese peaje y sigue a la misma velocidad. Pues lo mismo ocurre con las multas a los ganaderos, son irrisorias”.
Mendes reconoce que él ha lidiado una gran cantidad de toros afeitados y, a pesar de que se posiciona del lado del aficionado, seguro que es el primero en exigir esta práctica fraudulenta para los toreros que apodera. Es una cuestión de supervivencia, de minimizar riesgos o, mejor dicho, de tranquilidad para el que se pone delante del toro. En realidad la manipulación de las astas, en caso de cornada, agrava la herida ya que el pitón tiene un mayor grosor haciendo que el percance sea en términos médicos más “sucio”. La clave del afeitado está en que le quita al toro el tacto a la hora de cornear, igual que si a un gato le cortamos la punta de las uñas no calcula bien la distancia al arañar.
Con todo esto pretendo exponer una circunstancia real y cotidiana en el mundo del toro, sin menospreciar el riesgo que supone enfrentarse a un animal bravo. El afeitado está a la orden del día pero las cornadas también y, por tanto, no es cuestión de que ahora nos rasguemos las vestiduras. Obviamente, como aficionado y como informador taurino mi obligación es apostar por la integridad del espectáculo al cien por cien. Algo que, permítanme que les diga, me parece una quimera, al igual que ocurre en cualquier otra actividad donde esté el hombre de por medio.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Debemos mirar más a Francia

“Francia es el gran sustento moral de la Fiesta”. Esta frase que le escuché un día al maestro Luis Francisco Esplá define perfectamente lo que supone el país galo dentro del mundo de la tauromaquia. Desde que se tiene constancia de los primeros festejos, allá por el siglo XVI, la historia del toreo francés ha estado marcada por los intentos de prohibición de los poderes religiosos y políticos de cada época. A pesar de ello, el sentir de una tradición tan arraigada al pueblo ha vencido y sigue venciendo a todas las corrientes antitaurinas que se pongan por delante.

Soy de la opinión de que para progresar es bueno mirar a nuestro alrededor y analizar al vecino que tenemos en frente. Aplicando esta fórmula al toreo les puedo asegurar que aún nos queda mucho que aprender de los franceses. No piensen ustedes que uno ha visto muchos festejos en plazas del sur del mencionado país, pero sí he leído bastante y me une amistad con grandes aficionados galos que me han transmitido su forma de sentir el toreo.

Obviamente, desde fuera se ven las cosas muy bonitas y, como dice el refrán, no es oro todo lo que reluce, sin embargo, creo son dignos de admiración por diferentes motivos que saltan a la vista. En primer lugar, como dije antes, es loable la resistencia que tienen los aficionados franceses a los abolicionistas del toreo, motivo que les hace más fuertes en sus convicciones taurinas.

El sistema de poder en la Fiesta en Francia es completamente opuesto al establecido en nuestro país. Allí existe una autoridad descentralizada, con tres modelos de explotación de los cosos: Mediante autogestión del propio Ayuntamiento; mixto, con comisiones de aficionados que mandan sobre una empresa privada; o privado, menos implantado y más habitual en las plazas del sudeste. En Francia sólo tiene competencias sobre el espectáculo la municipalidad y el aficionado juega un papel fundamental en la toma de decisiones.

En el año 1966 se creó la Unión de Ciudades Taurinas de Francia organismo formado por los alcaldes de las ciudades con esta tradición gracias al cual el espectáculo ganó más integridad. Al finalizar cada temporada la Unión de Ciudades Taurinas se reúne para analizar el desarrollo de los festejos y torero que se haya “caído de un cartel” injustificadamente o ganadería que haya lidiado un toro afeitado, automáticamente serán vetados la temporada siguiente en todas las plazas del país. Sólo en contadas excepciones se ha incumplido este pacto tan efectivo basado en la moralidad y sin ningún mecanismo legal sancionador. En el año 2006 los organizadores de los festejos en Nimes hicieron caso omiso al veto impuesto a la ganadería portuguesa de Palha, lo que fue suficiente para su expulsión de la Unión de Ciudades Taurinas. Este ejemplo pone de manifiesto que se castiga al que comete el fraude de una forma tajante mediante un procedimiento sancionador efectivo. Como no puede ser de otro modo esta aplicación de la justicia se completa premiando de verdad al que triunfa, que tiene garantizadas sucesivas actuaciones en cosos franceses en unas condiciones acordes a sus méritos. Algo tan fácil a priori, recompensar a quien lo merece y sancionar al infractor, es la clave del éxito de un país que ha conseguido ser respetado por profesionales y aficionados.

En España la realidad es bien distinta. Aquí manda todo el mundo menos el que paga y menos la autoridad. A la hora de organizar el espectáculo los carteles se diseñan por puros intereses particulares. “Yo te pongo a tu torero en mi plaza y tú me pones al mío en la tuya”. Las figuras imponen las ganaderías que quieren lidiar y lacras como la manipulación de las astas están a la orden del día sin que nadie tome realmente cartas en el asunto.

De todo esto hablaré mañana en la décimo novena edición del Seminario de Equipos Gubernativos que tiene lugar en Algeciras. Tendré el privilegio de presentar a Araceli Guillaume Alonso, profesora titular de Historia de la Universidad La Sorbona de París, que profundizará sobre el modelo francés. Si tuviéramos más en cuenta esta forma de concebir el toreo les aseguro que nos irían mucho mejor las cosas.

domingo, 25 de enero de 2009

Juan Pedro Domecq, vanguardia en la crianza del toro

Guardo un grato recuerdo de mi visita a la finca Lo Álvaro, propiedad del ganadero Juan Pedro Domecq, aquel mes de junio de 2007. Este hierro de la mítica “V” coronada de Veragua es el más antiguo de la cabaña brava española, con más de 250 años de historia marcada a fuego en las reses de este encaste tan característico.

Se puede decir que Juan Pedro Domecq Solís es un hombre que ha revolucionado la crianza del toro bravo en las últimas décadas. Como él bien apunta, el toreo, al igual que todas las artes, evoluciona y es fundamental que los ganaderos también lo hagan de acuerdo a los tiempos. “Un ganadero tiene que estar atento a la evolución de la tauromaquia. Si no evolucionas con la tauromaquia, al final te quedas obsoleto. La dificultad que entraña ser criador de bravo es que no es una ciencia exacta, la selección va evolucionando con cosas imprevistas. Añadir lo bueno a lo bueno no tiene que dar siempre como resultado bueno”, comenta Juan Pedro.
Cada ganadero imprime un carácter determinado a sus reses y la vacada de Juan Pedro suele dar como producto un tipo de toro de calidad y que posibilita el buen toreo, el toreo eterno, ese que llega a lo más profundo del alma del aficionado. Verónicas, medias y naturales como los que dibujó el maestro Romero aquel domingo 18 de abril de 1999 en La Maestranza de Sevilla. Toreo de trazo interminable con el temple que sólo el Faraón podía alcanzar. Debido a tardes como esta, los juanpedros han sido llamados por muchos “toros artistas”, término que, en función del contexto y de quien lo diga, puede ser un halago o un menosprecio encubierto. Lo que está claro es que en aquella tarde Juan Pedro consiguió o por lo menos se acercó al toro con el que sueña. Aquellos no fueron toros artistas, el arte lo puso el maestro Curro, fueron animales bravos –con toda la nobleza y obediencia que el término implica-.
El concepto de bravura suele ser bastante subjetivo, pero lo que está claro es que esta da espectáculo y despierta emoción en el público. Emoción, otro término subjetivo y que genera la histeria colectiva cuando se da en un coso. Lo cierto es que muchos ganaderos y aficionados se empeñan en defender un modelo absoluto de toro bravo. De ahí, los que se posicionan en la tesis “torista” o “torerista” parten de una percepción equivocada. Se trata de acuñaciones absurdas porque ambos actores, toro y torero, tienen que entenderse para que surja la tauromaquia en su máxima expresión.
Suelo ser bastante reacio a todo concepto absoluto y, en esto, coincido bastante con la visión de Juan Pedro Domecq. Todos, ganaderos “toristas” y “toreristas”, tienen su sitio dentro de este mundo y aportan riqueza al espectáculo mientras que sus toros en el ruedo, de alguna u otra forma, diviertan al público.
Juan Pedro lo tiene muy claro, “torear es dirigir la embestida del toro con los vuelos del capote y la muleta. Para esto el toro tiene que querer perseguir el capote y la muleta. Si no consigues esto, no tienes el toro que hoy se busca para conseguir el toreo que hoy se siente”. Él, al igual que sus hermanos Borja y Fernando –titulares de las ganaderías de Jandilla y Zalduendo, respectivamente-, ha aprendido de su padre que “bravura es la capacidad de lucha hasta la muerte y esto significaba una revolución en su tiempo. La bravura no sólo se mide en el tercio de varas, sino que se mide en todos los tercios y a lo largo de toda la lidia. El toro más bravo es el que termina más bravo, no el que comienza más bravo”.
Uno de sus logros del que Juan Pedro se siente enormemente orgulloso es de haber elaborado la base de datos más grande que tiene una ganadería de bravo en la historia, con más de 1.300 horas de vídeo de todos los animales lidiados en corridas de toros y tentaderos. A esto hay que sumar cuestionarios evaluativos del comportamiento de alrededor de 5.000 animales y un estudio que realizó en común con el catedrático Javier Cañón, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
Puede estar, o no, equivocado con su forma de concebir la crianza del toro bravo. Puede ser más o menos del gusto de determinados sectores de la tauromaquia. Pero es indiscutible que Juan Pedro Domecq Solís ya ha conseguido dejar huella en el toreo, creando un encaste propio y siendo el ganadero vanguardista, por excelencia, al que su forma de criar toros sirve de ejemplo para la gran mayoría de hierros de la cabaña brava actual.

lunes, 19 de enero de 2009

Por una tauromaquia adaptada a los nuevos tiempos

Abro el año 2009 en este blog con un artículo sobre los dos mundos que más me apasionan: los toros y la comunicación. Como ustedes saben, actualmente nos encontramos en la denominada Sociedad de la Información en la que los medios de comunicación se han convertido en el “cuarto poder” del Estado, por detrás del Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Esto no lo digo yo, sino que me ciño a lo dicho por teóricos de la comunicación de masas que estudié a lo largo de mi carrera universitaria.
Parece que la tauromaquia o mejor dicho sus actores principales –toreros, empresarios, ganaderos- siempre se han mostrado reacios a adaptarse a los nuevos tiempos. Han sido muchas las críticas que en los últimos años han llovido sobre el toreo, tachado de ámbito elitista y hermético. Aunque me duela decirlo tengo que darles la razón a quienes afirman esto, y que conste que soy contrario a hablar en términos generales ya que siempre hay excepciones que confirman la regla. Hablo con conocimiento de causa porque desde mis inicios, hace unos diez años, mi carrera periodística ha estado ligada al mundo del toro. He tenido la suerte de entrevistar a personalidades de enorme prestigio y de publicar trabajos en prensa, radio y televisión, pero reconozco que me echo a temblar cada vez que tengo que producir una entrevista o un reportaje taurino.
En muchas ocasiones nos quejamos de cómo nos va. Es fácil echarle las culpas a los antitaurinos de los males de la Fiesta, pero gran parte de estos son provocados por nosotros mismos. No va con mi estilo dar nombres de toreros, ganaderos o empresarios que, a pesar de su buen hacer en sus respectivas facetas, con su actitud frenan que se difunda la buena imagen del toreo y todos los valores positivos que encierra. Desafortunadamente, me he encontrado con numerosas situaciones de desencanto profesional donde me han dado “con la puerta en la cara” cuando he intentado hacer algún trabajo periodístico. Tampoco me parece ni ético ni justo dar un concepto equivocado metiendo a todos en el mismo saco. Aunque parezca contradictorio casi siempre los más grandes son después los más humildes y los que mejor me han atendido en su trato personal. Tengo recuerdos de enorme gratitud hacia maestros como Curro Romero, Enrique Ponce, José Antonio Campuzano o Luis Francisco Esplá, ganaderos de la talla de Juan Pedro Domecq o los hermanos Eduardo y Antonio Miura o empresarios de la categoría de Pablo Lozano. Nombres destacados de la tauromaquia actual que me demostraron que ante todo son personas, en el más amplio sentido del término.
Volviendo al tema de la comunicación, hemos evolucionado bastante en los últimos años pero aún nos queda mucho camino por recorrer. Está claro que hoy día lo que no se comunica no existe y, por ello, es vital que los profesionales de la información taurina sepamos hacerlo correctamente y que los protagonistas se presten a ello. De una vez por todas, los que formamos parte de la Fiesta taurina debemos remar en un mismo sentido, siguiendo el equilibrio entre conservar todos los valores tradicionales del toreo, a la vez adaptándonos a las exigencias de la sociedad actual y apartándonos de lo rancio. Debemos luchar por que en los medios de comunicación se refleje una imagen de tauromaquia tradicional pero integrada socialmente y atractiva para los ojos de neófitos y de las nuevas generaciones. Sin lugar a dudas, el futuro del toreo está en saber transmitir la enorme riqueza que posee.