miércoles, 4 de marzo de 2009

Debemos mirar más a Francia

“Francia es el gran sustento moral de la Fiesta”. Esta frase que le escuché un día al maestro Luis Francisco Esplá define perfectamente lo que supone el país galo dentro del mundo de la tauromaquia. Desde que se tiene constancia de los primeros festejos, allá por el siglo XVI, la historia del toreo francés ha estado marcada por los intentos de prohibición de los poderes religiosos y políticos de cada época. A pesar de ello, el sentir de una tradición tan arraigada al pueblo ha vencido y sigue venciendo a todas las corrientes antitaurinas que se pongan por delante.

Soy de la opinión de que para progresar es bueno mirar a nuestro alrededor y analizar al vecino que tenemos en frente. Aplicando esta fórmula al toreo les puedo asegurar que aún nos queda mucho que aprender de los franceses. No piensen ustedes que uno ha visto muchos festejos en plazas del sur del mencionado país, pero sí he leído bastante y me une amistad con grandes aficionados galos que me han transmitido su forma de sentir el toreo.

Obviamente, desde fuera se ven las cosas muy bonitas y, como dice el refrán, no es oro todo lo que reluce, sin embargo, creo son dignos de admiración por diferentes motivos que saltan a la vista. En primer lugar, como dije antes, es loable la resistencia que tienen los aficionados franceses a los abolicionistas del toreo, motivo que les hace más fuertes en sus convicciones taurinas.

El sistema de poder en la Fiesta en Francia es completamente opuesto al establecido en nuestro país. Allí existe una autoridad descentralizada, con tres modelos de explotación de los cosos: Mediante autogestión del propio Ayuntamiento; mixto, con comisiones de aficionados que mandan sobre una empresa privada; o privado, menos implantado y más habitual en las plazas del sudeste. En Francia sólo tiene competencias sobre el espectáculo la municipalidad y el aficionado juega un papel fundamental en la toma de decisiones.

En el año 1966 se creó la Unión de Ciudades Taurinas de Francia organismo formado por los alcaldes de las ciudades con esta tradición gracias al cual el espectáculo ganó más integridad. Al finalizar cada temporada la Unión de Ciudades Taurinas se reúne para analizar el desarrollo de los festejos y torero que se haya “caído de un cartel” injustificadamente o ganadería que haya lidiado un toro afeitado, automáticamente serán vetados la temporada siguiente en todas las plazas del país. Sólo en contadas excepciones se ha incumplido este pacto tan efectivo basado en la moralidad y sin ningún mecanismo legal sancionador. En el año 2006 los organizadores de los festejos en Nimes hicieron caso omiso al veto impuesto a la ganadería portuguesa de Palha, lo que fue suficiente para su expulsión de la Unión de Ciudades Taurinas. Este ejemplo pone de manifiesto que se castiga al que comete el fraude de una forma tajante mediante un procedimiento sancionador efectivo. Como no puede ser de otro modo esta aplicación de la justicia se completa premiando de verdad al que triunfa, que tiene garantizadas sucesivas actuaciones en cosos franceses en unas condiciones acordes a sus méritos. Algo tan fácil a priori, recompensar a quien lo merece y sancionar al infractor, es la clave del éxito de un país que ha conseguido ser respetado por profesionales y aficionados.

En España la realidad es bien distinta. Aquí manda todo el mundo menos el que paga y menos la autoridad. A la hora de organizar el espectáculo los carteles se diseñan por puros intereses particulares. “Yo te pongo a tu torero en mi plaza y tú me pones al mío en la tuya”. Las figuras imponen las ganaderías que quieren lidiar y lacras como la manipulación de las astas están a la orden del día sin que nadie tome realmente cartas en el asunto.

De todo esto hablaré mañana en la décimo novena edición del Seminario de Equipos Gubernativos que tiene lugar en Algeciras. Tendré el privilegio de presentar a Araceli Guillaume Alonso, profesora titular de Historia de la Universidad La Sorbona de París, que profundizará sobre el modelo francés. Si tuviéramos más en cuenta esta forma de concebir el toreo les aseguro que nos irían mucho mejor las cosas.

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