lunes, 3 de noviembre de 2008

La fortaleza mental del torero

Si echamos un vistazo a los medios de comunicación podemos observar que en las últimas fechas se vienen produciendo numerosos percances en los ruedos que copan todas las portadas. El final de temporada dejó imágenes realmente impactantes en la mente de los aficionados, como aquella cornada que pudo costarle la vida al novillero Pedro Marín en Valencia, la que sufrió el banderillero Manuel Bueno el día que se despedía de la profesión la tarde de los seis toros de Morante en Zaragoza, o la mediática lesión hepática de Cayetano tras una voltereta. En estos días es noticia la recuperación del matador extremeño Miguel Ángel Perera pero, sobre todo, destaca el escalofriante testimonio del banderillero Adrián Gómez que habla por primera vez tras el percance que le dejó en silla de ruedas el pasado 23 de junio en Torrejón de Ardoz. Resultaba sorprendente la serenidad con la que Gómez narraba en los micrófonos de la Cadena SER aquellos momentos en los que un toro le dejó tetrapléjico.

Este caso pone de manifiesto que los toreros “están hechos de una pasta especial” o, al menos, que tienen una fortaleza mental fuera de lo común. Digo esto con conocimiento de causa porque lo viví en primera persona con mi hermano, Conrado Gil Belmonte, matador de toros. Un 14 de julio de 1998 Conrado estuvo a punto de perder la vida en el coso francés de Fréjus después de que un toro le rompiera la femoral. Fue la cornada más grave de la temporada y, tras salvar la vida en primera instancia, los médicos lucharon intensamente durante una semana para que no perdiera la pierna donde tenía la herida. El pronóstico era desalentador: “Cornada en el triángulo de scarpa del muslo izquierdo con tres trayectorias. Una ascendente de 25 centímetros que perforaba la vena femoral y que desgarraba la safena, quedándose a 1 centímetro del intestino; otra de 15 centímetros que rompía el músculo sartorio; y una tercera trayectoria de menor consideración de 5 centímetros”. En resumen, el muslo destrozado y un complicado proceso de rehabilitación por delante ya que los doctores le dieron como mínimo un plazo de 3 meses para comenzar a andar. Imagínense que este percance le ocurre a un futbolista o a cualquier otro deportista. Por lo pronto cortaría la temporada. Bien pues, contra todo pronóstico, Conrado al mes de la cornada ya estaba corriendo y a los dos meses consiguió reaparecer. Increíble pero cierto.

Refiriéndose a este tema el prestigioso doctor don Ramón Vila, cirujano jefe de la plaza de toros de Sevilla, me explicaba en una entrevista que lo que diferencia a los toreros del resto de las personas es que “para ellos una herida por asta de toro es un motivo de orgullo”. Igual que el guerrero, el torero está mentalizado en todo momento para lo peor. Aquí es donde reside el valor del que se pone delante de un toro, se trata de superar el instinto de supervivencia que tiene todo ser humano, consiguiendo dejar las zapatillas clavadas en el albero en una situación donde lo lógico sería salir corriendo. Aún tienen más mérito aquellos matadores que vuelven a torear después de un percance. Siempre las cornadas dejan algún tipo de huella mental que, dependiendo de cada caso, se borrará en un mayor o menor tiempo. Podemos decir que las cornadas son la verdadera prueba de fuego por donde se va el valor de los toreros, causa directa por la que muchos se quedan en el camino.

lunes, 27 de octubre de 2008

Ganadero, alquimista de bravura

Los medios de comunicación siempre solemos hablar de las dificultades que entraña ser torero pero pocas veces analizamos la labor que realiza otra figura fundamental dentro de la Fiesta: el ganadero. Este vocablo cuando se aplica a la crianza de reses bravas adquiere un significado mayor, o al menos distinto, si lo comparamos con los propietarios de otro tipo de animales. Ser ganadero de toros bravos implica no sólo tener capacidad económica para adquirir y mantener en buenas condiciones las reses, sino también son necesarios muchos otros condicionantes. Factores como la afición, mejor dicho la pasión y la dedicación plena, así como un profundo conocimiento del toro bravo se deben unir a ese sexto sentido que posee todo buen ganadero y a la consabida suerte, siempre necesaria para todas las facetas de la vida.

Cada ganadero tiene en su mente un tipo de toro determinado. El denominador común de todos ellos es la búsqueda del espectáculo que, según el animal logrado, puede poseer tintes más dramáticos –en el caso de las denominadas ganaderías toristas- o más bellos, si el toro se cría buscando la plasticidad del toreo. Respecto a la pugna entre ganaderos “toristas” y “toreristas”, yo abogo por aquella cita que dice que “el mejor aficionado es aquél al que le entran más toreros en la cabeza” aplicándolo, en este caso, a las ganaderías. Soy de la opinión que no existe una verdad única de las cosas y que la cuestión está en encontrar un punto medio, “aurea mediocritas”, como diría Aristóteles. Pienso que todos los ganaderos tienen cabida dentro de la tauromaquia actual y de lo que se trata es que el animal tenga el carácter suficiente para crear espectáculo, bien siendo un colaborador o un adversario para el torero.

De lo que sí me posiciono en contra es de las medias tintas, del toro descafeinado, anodino y que sí supone un verdadero peligro para el espectáculo. Estoy convencido de que no existe ningún ganadero que pretenda conseguir este producto pero desgraciadamente sale al ruedo más de lo que debería. Como me comentó un día Juan Pedro Domecq, “en la selección no siempre un semental y una vaca de extraordinaria bravura dan como resultado un animal excepcional”. En este mismo sentido se muestra Salvador García-Cebada –propietario del hierro de Cebada Gago-, que “se da con un canto en los dientes” si le embistiera anualmente un 30 por ciento de la camada.

Otra de las dificultades más significativas del oficio de ganadero es que los resultados de una becerra que se aprueba hoy se verán en la plaza, como mínimo, dentro de tres o cuatro años, por lo que los errores en la selección se pagan bastante caros.

Por tanto, la bravura podemos considerarla un milagro donde tienen que coincidir innumerables condicionantes aleatorios para que se dé. Es una ansiada fórmula que debe ser descifrada por el ganadero, un auténtico alquimista que dedica su vida a este empeño.

jueves, 23 de octubre de 2008

Factorías de toreros

Durante una entrevista que le hice al prestigioso periodista taurino Manuel Molés, este asemejaba las escuelas de tauromaquia a las piscifactorías. Les invito a que reflexionemos sobre esta controvertida afirmación que hoy se convierte en el tema central de este blog. El papel que juegan las escuelas dentro del mundo del toro es un asunto que levanta muchas ampollas entre los aficionados y donde existen opiniones para todos los gustos.

¿Las escuelas anulan la personalidad de los chavales que quieren ser toreros? Es la pregunta de partida de este debate donde se cuestiona la verdadera utilidad de estas entidades. Salta a la vista que el toreo ha cambiado mucho desde que entraron en acción las escuelas y, como saben, todo cambio trae consigo unas consecuencias positivas y negativas. Cuando uno asiste a una novillada de las de hoy observa que los noveles tienen un oficio impropio de su bisoñez, andan por la plaza como auténticos matadores de toros y pocas veces les llega el agua al cuello frente al novillo. Pero existe un problema, la mayoría de ellos aburren. Se quedan en la mediocridad y en la superficialidad de lo “políticamente correcto” en sus actuaciones. Supone un duelo entre técnica y personalidad donde normalmente se impone la primera. Los viejos aficionados echan de menos aquellas novilladas en las que los jóvenes salían al ruedo como vulgarmente se dice “a cara de perro” y las volteretas estaban al orden del día. Tiempos pretéritos donde muchos se quedaron en el camino pero cuando rompía uno, lo hacía con todas las consecuencias, conservando lo más importante que exige esta profesión: la personalidad.

Está claro que los tiempos cambian y el toreo se ha venido adaptado a la denominada sociedad del bienestar de la que gozamos en la actualidad. Atrás quedaron aquellos maletillas que recorrían a pie el campo bravo buscando robar algún muletazo a una becerra. Ya van en una furgoneta de máximo lujo –comprada como es de rigor por la escuela de turno- y siendo ellos mismos los que realizan el tentadero. Yo soy joven y reconozco que esta excesiva facilidad para conseguir las cosas, de alguna u otra forma, se torna en nuestra contra. En fin, como se dice es lo que hay y nos tenemos que aguantar. Confiemos en que, aunque impere este sistema de producción en masa de toreros, continúen surgiendo esos matadores distintos que hacen de la tauromaquia una verdadera expresión artística.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Trapío, conjunto de formas


Es un concepto que cobra protagonismo cada vez que salta un toro al ruedo aunque parece ser que muy pocos lo tienen claro. Unos lo valoran en función de los kilos que pesa el animal, otros sólo tienen en cuenta los pitones, y el resto de aficionados simplemente no lo saben definir. Son muchas las interpretaciones que se hacen del trapío e innumerables las veces que surge este término en tertulias y mentideros taurinos porque si hay algo claro en esto del toreo es que no es una ciencia exacta. Aquí nunca dos y dos son cuatro, siendo precisamente este factor lo que engrandece y hace única a la Fiesta.

A lo largo mis años de relación con el toreo –a pesar de mi juventud llevo viendo toros desde que tengo uso de razón- ustedes comprenderán que uno ha escuchado de todo de boca de aficionados, profesionales y medios de comunicación, y al final he sacado mis propias conclusiones al respecto.

Si me preguntaran ¿qué es el trapío?, yo les respondería que es un conjunto de formas que otorgan al animal seriedad y belleza. Obviamente, este concepto se valora en función de cada coso, un astado puede tener el trapío suficiente para estar en una plaza como la de Algeciras, de segunda categoría, y estar mal presentado en el caso de que se lidiara en la Maestranza de Sevilla. También es conveniente valorar cada toro en función a su encaste, ya que cada uno tiene unas características morfológicas determinadas. Seguramente, un toro de Miura que pese 500 kilos va a tener menos seriedad que uno de Núñez de 490 kilos porque, por lo general, la estructura ósea del primero es muy superior a la del segundo encaste nombrado, y el de Miura estará más escurrido de carnes.

En definitiva, para valorar el trapío de cada animal tenemos que realizar una visión global de su presencia, recorriendo desde sus pitones hasta la penca del rabo. Por cierto, aunque muchos lo desconocen, esta terminación es un requisito indispensable para que un toro tenga trapío.



martes, 21 de octubre de 2008

¿Qué es el duende del toreo?


Para los neófitos en la materia, al hablar del duende seguro que se les viene a la mente aquellos cuentos de nuestra niñez donde aparecían esos personajes de color verde, con orejas afiladas y de carácter travieso. Precisamente porque se trata de un concepto fantástico e intangible, el duende aplicado al arte de Cúchares está rodeado de un halo de misterio, se puede decir que es el estado metafísico que buscan todos los actores de la Fiesta cada tarde de toros.


El primer interesado en encontrarse con estas musas es el propio torero y, cuando consigue esto, el público que está en el tendido entra en un estado de emoción que supera los sentidos. Puede parecer exagerado, pero esta especie de nirvana o estado de felicidad es lo que hace único al espectáculo taurino. Para alcanzar el duende es necesaria una importante dosis de perseverancia por parte del aficionado y, en el caso de los toreros, sólo algunos tienen las cualidades innatas para crearlo. Vaya por delante mi máximo reconocimiento a todos los que son capaces de enfrentarse a un animal bravo. Si echamos un vistazo al escalafón, hay un buen número de toreros que cuentan con una trayectoria plagada de triunfos y que incluso han conseguido hacerse ricos con su profesión aunque, a pesar de ello, como dice el refrán, “son muchos los llamados y pocos los elegidos”. Así que no todos los que se ponen delante de un toro tienen la sensibilidad y la capacidad de crear belleza en su sentido más profundo.


Uno de los maestros tocados con la varita mágica, Curro Romero, me explicaba esto del duende definiéndolo como “una sensación donde parece que no te pesa el cuerpo”. Frase corta pero cargada de contenido, igual que las faenas de Curro, donde se expresa perfectamente un sentimiento que supera la barrera de lo terrenal. Podemos decir que la búsqueda de esto es lo que, esencialmente, le da verdadera razón de ser al espectáculo. El duende del toreo es el fin del artista y del aficionado, en definitiva, la llama que mantiene viva la ilusión del que acude, tarde tras tarde, a un coso taurino.


lunes, 20 de octubre de 2008

Fiesta de toros nace con la vocación de ser un portal donde el visitante pueda conocer, día tras día, todos los misterios y entresijos que rodean a la tauromaquia del siglo XXI. Tengo que confesar que afronto este reto con la mayor ilusión del mundo, ya que el toreo es mi gran pasión y espero saber transmitir de la forma más directa posible toda la verdad que encierra. Aprendí en mis años de universitario que la verdad se define como la adecuación entre el entendimiento y la realidad. Bien, pues atendiendo a esta definición, a través de este blog voy a narrar todas mis vivencias y percepciones de la tauromaquia intentándome acercar lo máximo posible a la pureza de la Fiesta.

Creo que lo fácil es criticar y aún más en estos tiempos que corren para el toreo, donde son muchas las voces contrarias a este arte intríseco de la identidad cultural de los españoles. Por ello, Fiesta de toros ofrece una mirada positiva y constructiva sobre la tauromaquia mediante artículos de opinión, entrevistas y reportajes que realizo en el desempeño de mi profesión. Sin más, les animo a que me acompañen en esta nueva aventura taurina que ahora comienza.