miércoles, 4 de julio de 2012

Vega ofrece una gran dimensión en Las Palomas

Menos de un cuarto de entrada. Toros de Fuente Ymbro. Bien presentados y de juego desigual. Destacaron 2º y 3º. Salvador Vega. Dos orejas y ovación. David Galván. Oreja y ovación. Salvador Barberán. Ovación y silencio. Como el Ave Fénix, Salvador Vega ha resurgido esta tarde de sus propias cenizas en el ruedo de Las Palomas. Posiblemente, habrá sido una de las tardes más importantes de su carrera –no por la repercusión de la plaza, que la tiene- sino por la gran dimensión que ha dado frente a un lote muy exigente de Fuente Ymbro. Salvador es consciente de su difícil situación en el escalafón. No podía dejar escapar esta oportunidad en la que ha devuelto la ilusión a los aficionados y, sobre todo, se ha demostrado a él mismo que puede volver al lugar que un día ocupó. Su primero, segundo de la tarde, fue el mejor del encierro. Un toro bravo, de los que piden el carné de matador de toros. Frente a él, Salvador cuajó una actuación simplemente perfecta de principio a fin. Con el capote, el malagueño ya avisó de sus intenciones con unos lances de salida hasta los medios que calaron hondo en el público. Unos doblones de cartel escribieron el prólogo de una faena maciza, en la que la firmeza, el temple y la mano baja fueron la medicina que Vega administró para combatir la casta del animal que hizo honor a su nombre, “Espléndido”. Salvador era consciente de que no podía dejar escapar el triunfo y se tiró a matar con el corazón, logrando una estocada que ponía broche de oro a tan excelente obra. Dos orejas. El cuarto fue otro cantar. Un toro peligroso frente al que Vega no cambió su actitud. Ya durante la lidia el Fuenteymbro hizo pasar el quinario al banderillero Raúl Núñez, y en el último tercio ante la exposición del diestro, llegó la voltereta. Durante unos momentos se mascó la tragedia pero, afortunadamente, Salvador se escapó y siguió jugándosela ante un animal que no lo merecía. Después del triunfo de su compañero de cartel, David Galván salió a por todas con la capa ante “Iluminado”, tercero de la tarde, un precioso cuatreño de pelo castaño, sobrado de calidad en sus embestidas, pero que fue a menos. El de San Fernando, una vez más, demostró que es uno de los elegidos para llegar lejos en esta profesión. Tejió una faena perfectamente hilvanada por ambos pitones. Mejor al principio, cuando optó por la larga distancia, que al final del trasteo con el arrimón. Estocada, y merecida oreja. En su segundo, Galván aprobó con nota alta. El animal tuvo un peligro sordo que mucha gente no vio, y frente al que el joven diestro demostró que tiene verdadero valor, sin concesiones a la galería.

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