domingo, 26 de junio de 2011

Galván salva una tarde para olvidar



El de San Fernando sobresalió toreando al natural, inventándose una faena al quinto de la tarde


Con algo menos de un cuarto de entrada, se lidiaron novillos de la ganadería de Camacho. Bien presentados y faltos de casta. El primero fue devuelto a los corrales por falta de fuerzas y sustituido por un sobrero del mismo hierro.

Salvador Barberán. Palmas y silencio.
David Galván. Oreja y vuelta.
Miguel Ángel Sánchez. Palmas y ovación.


Los novillos de Camacho lidiados en Las Palomas dieron al traste con el espectáculo de ayer, cuya única nota positiva la puso el novillero isleño David Galván que, como se suele decir, con muy pocos mimbres construyó un buen cesto. Y lo que más ilusiona al aficionado de este chaval no es su saber estar en el ruedo, sus muñecas templadas o su claridad mental ante el novillo, sino lo que se le intuye que puede llegar a ser. Galván reúne todo para ser gente importante en este difícil mundo y es algo que transmitió al público desde su primer lance con el capote.

En el segundo de la tarde, un astado huidizo de principio a fin, mostró inteligencia, la cual le hizo aprovechar cada una de las arrancadas que le brindó. En ningún momento se aburrió y logró los mejores momentos toreando en redondo por el pitón derecho. Una estocada tendida fue suficiente para que el utrero se echara. A la hora de dar la puntilla, Rafael Limón sufrió una voltereta sin consecuencias.

Nuevamente, el de San Fernando salió a por todas en el quinto de la tarde frente al que desplegó un toreo de capa de gran empaque. En el segundo tercio el de Camacho comenzó a desarrollar sentido sobre todo por el pitón derecho, venciéndose en cada embestida. Cuando nadie veía posibilidad de lucimiento, Galván volvió a mostrar una extraordinaria claridad de ideas y rápidamente optó por el toreo al natural, alargando las arrancadas del animal y acoplándose a la perfección a sus distancias y terrenos. Faena de mucho mérito en la que se pudo vislumbrar la dimensión de este torero. Su fallo reiterado a espadas evitó un triunfo más contundente.

No fue la tarde de Salvador Barberán. Dicen que el traje de luces es transparente y al algecireño se le vio falto de ilusión, quizá sin la actitud que debe tener un novillero en la plaza. Logró alguna pincelada con el capote y con la zurda, aunque su labor no alcanzó altura en ninguno de sus dos astados.

Miguel Ángel Sánchez, que entró por la vía de la sustitución, se llevó el novillo más potable de la tarde que fue el sexto. El público estuvo cariñoso con él, teniendo en cuenta su poco bagaje y su voluntad con capote, muleta y banderillas.

Tarde soporífera, de más de tres horas de duración, en la que, por desgracia, volvió a estar ausente la casta del ganado, verdadera razón de ser del espectáculo. Otra vez más hay que dar un diez al paciente público de Las Palomas.

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